Tras 571 minutos de juego con la camiseta azulgrana, llegó su primera celebración. Ese detalle es el menor. Lo cierto es que la cita exigía a los mejores. Y, aunque él no estaba en esa quiniela de favoritos, se alistó a la causa dejando su sello. En lo que pueder ser su gran punto de inflexión en 'Can Barça'.
Venía de cuajar un encuentro muy completo contra el Málaga. El trámite del colista, y ante un rival muy mercado y en inferioridad numérica, parecía que restaba méritos a lo hecho por el francés. No lo entendió así Valverde, que vio el momento oportuno de empujarlo al centro de la pista para liberar todo su potencial.
Y era lo que echaba de menos el Camp Nou. Porque en La Rosaleda mostró sus cambios de ritmo, su regate, su potencia. Y dio a Coutinho la asistencia del 0-2. Pero lo que hizo contra el Chelsea fue mucho más importante. Culminó una gran jugada de Messi para hacer el 2-0, que en ese momento se antojaba decisivo para sellar el pase. A tenor de cómo apretaron los de Conte de ahí en adelante, se reveló bastante más decisivo.
Golazo
Fue un obús a la escuadra, casi desviado por Courtois. Para hacer bueno el pase de Messi. Asociar su talento al del astro del Barcelona es otro de los grandes impulsos que se llevó Dembélé del partido: ver a Messi corriendo hacia ti y abrazarte es una estampa que aún no había podido paladear. Una manera de sentirse muy importante.
El joven internacional francés llevaba a cuestas una temporada muy complicada, con una grave lesión y una posterior recaída. Necesitaba cambiar su estrella. Y en cuatro días ha empezado a refulgir.
Intenta estar más comprometido. Ha cambiado sus malos hábitos nutricionales; incluso tiene una cocinera particular en casa para cuidarse bien. Al fin sabe cuánto pesa la camiseta azulgrana y lo entiende.
Contra el Chelsea comenzó a hacer las paces con su sector más crítico y a mostrarse. Con calidad y compromiso. Como esa rauda acción el que se tiró al suelo dentro del área para evitar que Marcos Alonso pusiera un peligrosísimo 2-1.
Fueron 65 minutos; que sonaron al inicio de una nueva vida. Un gol; canjeable por un pase a cuartos de final de la mejor competición. Una ovación; que le tiende un puente de confianza y conexión con la grada.
Fue un buen día para renacer. En el partido más oportuno. Ousmane Dembélé salió del cascarón. Ahora le falta tirar el muro.