"Una hora antes del partido no sabíamos si íbamos a jugar", aseguraba Stefaan Van Loock, portavoz de la Federación Belga de Fútbol.
Y es que, una amenaza terrorista puso en alerta a las autoridades belgas, ya que la consideraron lo suficientemente creíble para plantearse si seguir adelante con la disputa del encuentro.
Finalmente se reforzaron las medidas de seguridad del estadio y alrededores, y el partido se pudo jugar con normalidad. El único contratiempo es que ese refuerzo de la seguridad generó que muchos de los aficionados se perdieran los primeros minutos del choque.
El encuentro transcurrió con normalidad y tras el pitido final, los seguidores pudieron abandonar el estadio sin problemas.