Cuando Arsène Wenger llega a Londres, el conjunto 'gunner' era uno de los más odiados de Inglaterra. Su fútbol ultradefensivo que bordeaba la antideportividad les valió el apodo "boring, boring, Arsenal", ganándose, además, la animadversión de todos los equipos y aficionados rivales.
En un intento de cambiar el sino del club, la directiva se lanzó a por Johan Cruyff. Sin embargo, el holandés acababa de abandonar el Barcelona y rechazó la oferta, auspiciando el aterrizaje de un entrenador francés que, tras un desapercibido paso por el Nancy y dirigir al Mónaco, llevaba dos años en Japón y nadie conocía en las islas.
Asimismo, urge recordar que la apuesta de Wenger fue, cuando menos, intrépida. Transpiraba educación fuera y dentro del campo, pero su intención de sembrar sobre un páramo fue como darle un libro a un hooligan. A la postre, el técnico galo marcó un punto de inflexión en la trayectoria histórica del equipo, inoculando una nueva forma de concebir el fútbol.
A base de acentuar un estilo de juego más ofensivo y asociativo, Wenger fue introduciendo nuevas tácticas y métodos de entrenamiento que se vieron respaldados con un éxito notable inmediato. Ganar la Premier League y la FA Cup en su segunda temporada auspició el cambio radical de filosofía que estaba tejiendo el técnico francés.
Apuesta por la formación
"Construyes un futbolista como construyes una casa. El cimiento, la base de un jugador, es la técnica, se adquiere a los 7 u 8 años. Luego, el primer piso es el talento físico, entre los 14 y 17 es cuando te das cuenta de si va a ser lo suficientemente rápido, lo suficientemente fuerte. El segundo piso es el aspecto táctico, el entendimiento del juego, saber según dónde esté el balón a dónde hay que ir. Y el último piso, que se afronta entre los 18-19, va hasta qué punto se quiere triunfar", enumeró Wenger en una entrevista.
Aunque no pocos proyectos se quedaron por el camino, la apuesta del francés por firmar jóvenes promesas permitió que el primer equipo estuviera nutrido por futuras estrellas del fútbol mundial. Casos como el de Cesc Fàbregas, incorporado del Barcelona y pulido en Londres, regresó al Camp Nou como uno de los referentes en su posición; o el de Robin van Persie, que sufrió una mutación extraordinaria para dominar las áreas rivales.
Para poder afianzar su modelo, sobre Patrick Vieira, el técnico francés construyó un Arsenal tremendamente competitivo que encontró en Thierry Henry el baluarte ofensivo que le permitió al club competir al máximo nivel con insultante superioridad, quedándose a las puertas de la gloria en la Champions League.
En la temporada 2003-04, Wenger se erigió como el líder del Arsenal de 'los invencibles', siendo el único equipo que se ha proclamado campeón en la era Premier League sin perder ningún partido, sumando hasta 49 encuentros sin caer derrotado entre mayo de 2003 y octubre de 2004.
Sin embargo, al curso siguiente, cuando el técnico francés pretendía dejar su huella en Europa, el conjunto londinense se topó con el Barcelona de Ronaldinho y Eto'o. Tras eliminar al Real Madrid de los 'Galácticos' en octavos; después del baile de Cesc a la medular de la Juventus de Capello; y el penalti errado de Riquelme en semifinales; el destino dejó con la miel en los labios a los ingleses.
De besar la gloria, al declive
Al revés europeo le sucedió la marcha de Henry rumbo a la Ciudad Condal, dejando a Wenger huérfano de referente ofensivo, dando paso a un declive doloroso y sostenido que acabó rozando el escarnio de un entrenador que cambió el sino de un club que se ha ido diluyendo en las últimas campañas. A pesar del profundo respeto de la directiva hacia el francés, la afición 'gunner' clamaba por un cambio que relanzase a un equipo en caída libre.
El Arsenal anunció que la temporada 2017-18 sería la última de Wenger en su banquillo, presumiendo de siete FA Cups, tres Premier Leagues y seis Community Shields. Tras 22 años al frente del conjunto de Londres, Arsène se quedará a 'sólo' cinco de los 27 que estuvo Sir Alex Ferguson al mando del Manchester United.