Suele suceder, más en un mundo tan ingrato como el futbolístico, que los que mejores cosas consiguen luego sufren una caída más dolorosa. Porque el aficionado de pronto convierte sus expectativas en rechazo. El delantero africano lo ha sufrido en sus carnes.
En los últimos diez partidos del año pasado, Trawally consiguió una docena de goles, incluidos un par de 'hat tricks', que a punto estuvieron de recortar la tremenda diferencia de puntos que tenía su equipo respecto a la permanencia. Se quedaron a las puertas, pero su labor fue altamente reconocida.
En una lógica aspiración personal, quiso salir de la segunda división china en busca de mejores oportunidades, más aún tras el buen cartel que dejó. Parecía que su club le iba a ayudar. Pero la situación viró 180 grados y le acusaron de querer abandonar la entidad de manera ilegal y desleal. Además, contó con el apoyo de otro club, el Beijing Guoan.
El jugador acudió a la FIFA alegando que a sus 22 años no podían pedir ocho millones de euros por él, una cantidad abusiva siendo aún futbolista en formación. El organismo les dio la razón por medio de un certificado temporal que les permite abandonar el club.
Eso le hará buscar un nuevo acomodo como agente libre. Tiene muy avanzado su próximo fichaje, aunque aún se desconoce dónde irá. Lo único cierto es que ahora mismo tiene en la Superliga China el sambenito de jugador que ha obrado con malas artes. Pocos le siguen mirando como el tipo que goleó sólo por debajo de Lavezzi o Goulart.