Es difícil encontrar en la historia del fútbol un gol tan absurdo y desafortunado como el que encajó el Duisburgo en casa ante el Ingolstadt, en un partido de la Segunda Alemana.
Los locales se habían adelantado en el marcador, pero no contaban con el despiste de su guardameta. Flekken estaba rebuscando entre las redes de la portería, mientras un balón colgado llegaba al borde de su área.
Sin ser consciente del despiste de su portero, el defensa le cedió el balón de cabeza, ocasión que aprovechó el delantero para empujar el balón sin que el propio guardameta se hubiera girado aún.
Un despiste cómico que dejó vendida a su defensa y propició el 1-1. Tras encajarlo, Flekken se quedó petrificado, sin entender lo que había ocurrido. Surrealismo puro.
24 de febrero de 2018