Al Madrid se le está poniendo cara de decimotercera. O de séptima, porque a Zidane se le ve un órdago similar al de Jupp Heynckes. El equipo va a clase porque hay que ir, pero su absentismo liguero es absoluto. Su cabeza está en París, en plantar su escudo en la cima de la Torre Eiffel; la bandera blanca se la ha reservado para la competición doméstica. Champions, esa es la única palabra desde Florentino Pérez hasta el último de los utilleros. Y así ganó 1-2 al Leganés, que bien mirado hasta suena a nombre de equipo francés.
No será un doble o nada mientras haya distancias con el quinto clasificado y la marcha por el Viejo Continente sea triunfal. Pero la Champions no se levanta en París, es sólo la antepenúltima estación antes del gran sueño, por más que allí pongan el lacre de máximo candidato al que salga victorioso. Y el Sevilla anda a cinco puntos, por si acaso.
Sin chicha
No es cuestión de economizar gasolina, sino de falta de apetito. La motivación del Madrid es menor que su calidad para sacar adelante los partidos. Esa fórmula le da para solventar papeletas como la de Butarque, donde el evidente bajón de los 'pepineros' hizo el resto. Bustinza dio la sorpresa a los seis minutos, pero apenas dio tiempo a soñar con otro 'pepinazo'.
No sólo porque Lucas empatara cinco minutos después, sino porque al Leganés le empieza a llegar la lengua al suelo en esta sobrecargada temporada.
Jugando en servicios mínimos ligueros apenas quedan alicientes. Uno de ellos es el inventario de meritorios. En un once con bastante cambio, hubo lupas a gogó. La primera para Benzema, que completó otra tarde insulsa. O se convierte en el Geremi o el Karembeu de turno en Champions o su encefalograma plano ofensivo planteará continuos debates a Zidane.
Y si Cristiano se quedó descansando, Bale se retrepó en el banquillo. Y luego, otra vez minutos residuales. Queda claro el divorcio entre galés y francés, que lo ha borrado de las quinielas para los partidos de la verdad. A la 'bbc' se le caen dos letras; el luso es la única púa fiable del tridente.
Sorprendieron Casemiro y Kovacic. Los centrocampistas con menos adn ofensivo fueron la fábrica ofensiva del equipo. Se asociaron en el fenomenal 1-2 de los blancos y se mostraron más solventes que los tipos que se enfundaron la camiseta de Isco y Asensio.
Theo ni está ni se le espera y Casilla lució reflejos para evitar el 2-2. En la lista de la gloria parisina no están escritos sus nombres.
Problemas en casa
Asier Garitano es un tipo listo. Se ve venir la caída de su equipo en este tramo en que le falta fondo de armario. Su cara era un poema ya con el 1-1, consciente del miedo que puede llegar si estos problemas de piernas cansadas se suceden en una semana con tres partidos. Él no pensaba en repetir la gesta del Bernabéu, sino en que la permanencia no empiece a quemar.
Porque el Leganés ahora no tiene ni chispa ni ese escudo que lució en la primera mitad de la competición. Sólo por la rotación de minutos se entiende que Rubén Pérez y Amrabat no estuvieran en el once. Cuando ellos jugaron en la segunda mitad, se evidenció una mejora.
Entre el primer pitido de González González en la segunda mitad y el último se oyó la banda sonora de los bostezos en bucle. El Madrid estaba, no era; el 'Lega' era, pero no estaba. Pero Sergio Ramos abrochó el encuentro, por si acaso, en el último minuto. Mérito de Kovacic forzando el penalti, el camero sólo cobró la factura.
Y se acabó. Con 22 cuerpos en Butarque y 22 almas a otra cosa. La permanencia no debe ser gran problema para el Leganés si Garitano cambia un par de cables. París debe echar más gasolina al sueño de un Madrid que sigue agrietado atrás, pero al que se le ve mucho más afilado. Más Jekyll, menos Hyde. Y eso, ante el Paris Saint Germain, suena a partido de locura con muchos goles.