Rostov se fundó a orillas del Don en una fecha tan tardía como 1749, y ni siquiera fue una ciudad. Fue una aduana, por su situación en la cuenca del río Don, cerca de su desembocadura en el mar de Azov, uno de los mares del mar Negro.
Un emplazamiento privilegiado que ya estuvo habitado desde tiempos de los griegos. Sin embargo, la historia no ha sido clemente con esta ciudad.
Su carácter fronterizo y aduanero la convirtió en objetivo de todo aquel que quiso invadir Rusia, y a la destrucción vivida durante la Guerra Civil le siguió la práctica reducción a cimientos de la localidad durante la Segunda Guerra Mundial. De hecho, los alemanes entraron a sangre y fuego en la ciudad no una, sino dos veces entre 1941 y 1942.
Fue liberada en 1943, y tras la disolución de la Unión Soviética, Rostov se hundió en la más vil de las miserias, un negro pozo del que está empezando a salir en los últimos tiempos.
En lo deportivo, Rostov del Don es una ciudad de notable éxito. Dos equipos de fútbol destacan sobre el resto, el SKA y el Rostov, sobre todo este último, que se ha logrado hacer un hueco en Rusia y ha llegado a disputar tanto la Europa League como la Champions.
Por ello, el Rostov será el que se quede con el Rostov Arena que se ha levantado para albergar el Mundial. Con una capacidad para 45.000 espectadores, el Rostov tendrá un estadio de primera categoría para seguir haciéndose un nombre en Europa.
Albergará cuatro partidos de la fase de grupos, así como uno de octavos de final, antes de decir adiós al fútbol de selecciones.