Hace tres años de aquello. El meta alemán, muy joven aún, se ponía bajos palos por la lesión de Bravo y en el debut del Barça en Champions. Desde casi la línea del centro del campo, y escorado en banda, Florenzi se sacó un gran disparo que pilló a Ter Stegen muy adelantado. El debate sobre si había sido una buena apuesta o no su fichaje se encendió.
Hubo quien le excusó, quien quiso ver más un acierto del italiano de la Roma que fallo propio, como su compañero chileno. Sin embargo, le costó muchísimas críticas. No obstante, su piel siempre ha sido muy gruesa y, a pesar de fallos, en todo momento se ha mantenido entero y exhibiendo esos riesgos que incorporan tanto su fútbol como la filosofía azulgrana.
Ahora la realidad es bien distinta. El guardameta azulgrana acudirá al Olímpico de Roma jalonado por el mundo del fútbol. Artífice de paradas muy plásticas, con un juego de equipos sólo comparable al de Éderson en el City, se ha convertido en uno de los mejores arqueros del planeta.
La gran seguridad que emite este Barça de Guardiola tiene en él gran parte de culpa. Si antes levantaban dudas sus acciones con el pie, ahora posee plena confianza de la grada y sus compañeros de equipo.
Marc-André Ter Stegen, sobre el que en esos momentos de duda flotó la posibilidad de marcharse, es uno de los pilares de este Barça. Únicamente ha recibido goles en 14 partidos oficiales y ya es, desde la marcha de Valdés el proyecto que augura de manera más sólida, una hegemonía bajo palos como la del barcelonés.
Dice la leyenda que el que arroja una segunda moneda a la Fontana de Trevi encontrará el amor en Roma. Lo que el alemán puede hallar es su particular 'vendetta' y resarcirse de aquella mala noche. Aunque el barcelonismo, entregado a sus guantes, ya le ha perdonado aquello.