Al Málaga le ha mirado un tuerto, le han echado un mal de ojo o rechazó comprar romero por las calles de Granada. Tanto da... Al equipo de José González le pasa de todo y se sigue sumiendo en la oscuridad de una clasificación que le sigue etiquetando como futuro equipo de Segunda. Ante el Valencia, los malaguistas se rebelaron a ese destino encasillado. Firmaron el mejor partido de la temporada ante un equipo que no encontró soluciones y que si ganó fue por esa cuestión de inercias que tiene el fútbol. El errorcito arbitral de turno volvió a caer de su lado y el rival les abrió una rendija por la que entraron Coquelin y Guedes para remontar.
La vida sigue golpeando a un Málaga que fue todo corazón. Y cabeza. Y gol, esa asignatura pendiente. Ideye, escorzo mediante, mandó al fondo de las mallas un córner botado por Recio. Explosión malaguista tras una primera mitad muy buena. El nigeriano se echaba el equipo a la espalda y de eso le sobra al delantero, que estuvo en todas las ocasiones que pusieron en aprietos a Neto.
Si Ideye fuera Don Quijote, En Nesyri sería su Sancho Panza. El marroquí, denostado hace no mucho, se ha convertido en el mejor ejemplo de derroche dentro del terreno de juego. Se vació de principio a fin y fue un tormento para la defensa valencianista durante todo el encuentro.
El Valencia soltaba ramalazos y destellos de mucha calidad, pero no era el equipo sólido de otros partidos. Santi Mina y Vietto apenas generaron peligro y el cuadro ché sólo llevó peligro por medio de Guedes. Sin duda, el jugador más diferencial del encuentro. El portugués percutía por derecha y por izquierda, pero sin encontrar socios en sus aventuras.
El descanso no cambió mucho la película, que cambió el guión tras la entrada de Zaza y Rodrigo. Marcelino reaccionó tras ver cómo el árbitro le había regalado una vida extra. El colegiado anuló un gol de Diego González por un supuesto empujón de ideye o En Nesyri. Todo, en un barullo que había solventado el hoy lateral izquierdo malaguista. La decisión mantuvo vivo al Valencia. Lo justo para acabar ganando el partido.
Se abrió una rendija... y se coló el Valencia
Entre picotazos de Zaza y cabalgadas de Guedes, el Málaga metió a Keko, perdió a Recio y tiró de Lacen. Al primero le quemó la bola cuando más falta hacía tenerla y al segundo se le escapó Coquelin lo suficiente para que el centrocampista cabeceara en el primer palo y anotara el tanto del empate ya en los 10 últimos minutos de partido.
El gol fue una puñalada dolorosa para un equipo con más heridas que vendas. El empate valía de poco y el Málaga se fue a por el segundo. Entró Rolan, que ahora mismo no es ni la sombra de lo que aparentó ser en aquel partido contra el Athletic.
Sin casi asimilar el 1-1, llegó una contra fugaz en la que Guedes encontró a Rodrigo y Miquel optó por la vía del penalti para intentar evitar lo inevitable. Acabó expulsado y Parejo no perdonó ante Roberto. Las caras eran poemas y las lágrimas asomaban en los rostros de un equipo que había hecho todo para ganar y había perdido. Un equipo que vio una luz granota al final del túnel durante 80 minutos y de pronto la perdió.
Mientras La Rosaleda se vaciaba resignada, el equipo decidió morir en el área de Neto. Y Roberto tuvo un milagroso empate con un cabezazo que se marchó rozando el palo. No hay manera. El Málaga sigue hundiéndose en las arenas movedizas del descenso mientras que el Valencia saca los brazos para proteger su billete para la próxima Champions. Así son las inercias en el fútbol.