El marcador dice que el equipo de Aykut Kocaman se llevó una ligera ventaja de la ida merced al 2-2 final. Sin embargo, en todos los sentidos, este tipo de partidos se han convertido en algo impredecible. Desde todos los puntos de vista.
Estos son los datos de la pasión turca elevada a la máxima potencia: once goles, ocho tarjetas rojas y 20 cartulinas amarillas junto el choque del campo del Besiktas y los dos últimos partidos ligueros. Si ya de por sí son tensos, el hecho de que haya un pase a la final no ayuda nada a templar ánimos.
El choque de ida se jugó en marzo, aunque sigue muy fresco en la memoria de todos. La palma se la llevó Quaresma, que entró al descanso, con 1-2 en el marcador perdiendo, y tardó sólo seis minutos en ver al roja por una agresión.
Potuk, en el rival, había visto dos amarillas en cuestión de cinco minutos y hasta el portero visitante, Demirel, acabó en las duchas antes de tiempo.
Y el colegiado tuvo que parar el choque un par de ocasiones por tanganas o amagos de ellas.
El paradigma de lo que no debe ser el fútbol ocurrió el 23 de septiembre en el mismo escenario de esta tarde. Hubo dos expulsados en los locales y tres en los visitantes, que acabaron a palos. Mal día para ser M. Kalkavan, el árbitro del encuentro.