El Atlético es el campeón de la porfía. Siempre está ahí. En silencio cuando el Barcelona arrasaba, persistente cuando parecía haber perdido la Liga en el Camp Nou. Seguramente no le dará tiempo a rehacerse, pero pretende, al menos, ser un subcampeón con las botas puestas.
Su virtud le avala. Esa de desatascar partidos que parecen condenados al aburrimiento o a acabar sin goles. Del tedio al 3-0 hay un interruptor llamado Griezmann. El francés, en plena incertidumbre sobre si se irá al Barcelona o renovará por el Atlético, responde a base de goles (y asistencias).
Mejor dicho, de golazos. Últimamente la factura es de gran registro. Ante el Celta hizo gala de sangre fría y calidad. Recortó a Jonny en el área pequeña y la puso con la derecha en la escuadra contraria. A un minuto para el descanso, fue el zarpazo para un Celta guadianesco que ya no se recuperó.
Al fin se estrenó
Vitolo, de nuevo con la opción de ser titular, se fue al banquillo a la hora de juego. Así estaba programado. Pero esta vez no se encaró el banco con el gesto demudado, lo hizo en plena efervescencia tras su primer gol liguero como rojiblanco. Ovacionado por el Wanda, que recompensó su bello tanto.
Una vez más, todo empezó a tener sentido en las botas de Griezmann, que se cargó la línea de defensa céltica con un espectacular pase filtrado. Vitolo, de espaldas ante Rubén, se giró picando la bola sutilmente. Como lo hacía en Las Palmas o Sevilla. Como no lo había hecho aún en Madrid.
Cuestión de tino
Esa historia no se habría escrito si un minuto antes Radoja no hubiera fallado uno de esos goles que se repiten de manera viral para que la gente se ría. Ninguna gracia le hizo al seguidor del Celta; era más difícil mandar el esférico a la madera que a gol. Estaba solo a dos metros de la línea de gol.
Pero ese fue el signo del partido, los rojiblancos tenían fusiles y los gallegos tirachinas. Que se lo digan si no a Correa, que a los diez minutos de haber entrado también 'mojó'.
El resto del partido no tuvo chica. Está por ver si la hay en el título liguero. A ocho puntos del Barcelona, con un peor e intenso calendario para los azulgrana, le renta más a Simeone porfiar que arrepentirse de la opción dilapidada en el Camp Nou hace una semana. Más aún con Griezmann así de enchufado.