La grandeza se tiene o no se tiene, no se compra, no hay subasta que la rife. Aunque se herede porque la historia así lo dicta, por genes, hay que hacer por merecerla. Hay que sudarla, sangrarla. En Old Trafford, el grande no fue el Manchester; lo fue el Sevilla Fútbol Club. El primero hocicó en el fango; el segundo se puso el cinturón de campeón.
El Sevilla quiso y pudo. Cuando el United se acordó de que la eliminatoria se le escapaba, de que perder significaba decirle adiós a la Champions, el avión ya había partido. Salvando un rato de la primera parte, el Sevilla le hizo un traje al multimillonario equipo de José Mourinho. Fracaso con mayúsculas el del técnico portugués.
"Dicen que nunca se rinde...", canta el himno del Sevilla. No tuvo ni que sacar la bandera blanca el conjunto de Nervión en el Teatro de los Sueños. Nuevamente, en un momento de máxima presión, en un escenario de élite, el Sevilla confirmó su pujanza de grande de Europa. El Manchester United volvió a ser un amago de equipo, una miniatura, un proyecto melancólico.
Es la noche del Sevilla, quien nunca había jugado los cuartos de final de la Champions League. Lo hará en pocos días. Nuevo muro derribado por el equipo de Nervión. Puede soñar el Sevilla porque tiene jugadores de envergadura, calidad y determinación. El United los tiene, pero padece el anquilosamiento de José Mourinho.
Mourinho sacó un once para empatar y perdió. Alineó a sus torres en el centro del campo y se le cayó el castillo. Paradójicamente, cayó en lo que mejor podía venirle, en el intercambio de golpes. Rácano y vergonzante, con Martial, Pogba y Mata en el banquillo (los tres salieron en la segunda parte), el plan del United era que el Sevilla no supiera qué hacer con el balón. No contaba con la astucia del de enfrente.
No entiende de nudos el Sevilla, que tiene en sus filas a Banega, N'Zonzi, Sarabia y Mudo Vázquez. En las cabezas de estos cuatro están grabadas las dimensiones del campo, saben detectar defectos, esconder debilidades y solventar misterios. La maraña del United no fue problema para ellos.
Mención especiel para Lenglet. El central francés se consagró con una actuación de videoteca. Desesperó a Lingard, desesperó a Lukaku, hizo rabiar a Rashford. El belga, harto de Lenglet, tuvo que buscarse la vida fuera del área. Con esto se explica el imperial partido de Lenglet.
En los 45 minutos iniciales, un cabezazo de Correa tras un córner y un disparo de Fellaini que abortó Rico fueron las ocasiones más claras. El Sevilla se asomaba más al territorio de De Gea, pero no lograba asestar el golpe definitivo.
El aura de Ben Yedder
En la segunda mitad, una parada de Rico a Lingard fue el 'click' que necesitó el Sevilla para ir con todo hacia adelante. El equipo andaluz tocó arrebato y le propuso al United salir a la calle como harían dos beodos en un bar. Del tiro de Alexis, al no remate de Muriel, al disparo de Fellaini... hasta que apareció Ben Yedder.
El franco-tunecino tiene aura, no en vano es el segundo máximo goleador de la competición por detrás de Cristiano Ronaldo. Montella lo metió por el errático Muriel. La primera que tuvo Ben Yedder, tras un pase delicioso de Sarabia, fue dentro. No necesitó ni cinco minutos para hacer el segundo. Delirio en Sevilla, incredulidad en Manchester.
Los dos sopapos despertaron al United e incrementó la furia de Lukaku, el único 'red devil' a la altura del encuentro. El belga insistió hasta que consiguió el gol a la salida de un córner. El Sevilla no se achicó y marcar el tercero, pero no atinaron ni Correa ni sobre todo Ben Yedder, que se plantó solo ante De Gea tras 20 metros de carrera.
El Sevilla terminó el partido en el campo del United con "olés, olés" de fondo. Buen epílogo y perfecto resumen para una actuación ya legendaria del Sevilla ante un United que evidenció su pobreza de juego y espíritu. Gloria para uno, miseria del otro.