El Arsenal debía ganar y esperar que el Tottenham fuese derrotado por un Newcastle matemáticamente descendido al Championship. Era una quimera, pero había que empezar haciendo los deberes.
Y vaya si lo hizo. Cinco minutos necesitó Giroud para abrir el marcador. Y cuarto de hora después llegó la noticia: Wijnaldum adelantaba al Newcastle. El Emirates se convirtió en una fiesta. Estaba ocurriendo lo impensable, la segunda plaza era una realidad.
Realmente poco importa quedar segundo o tercero. La clasificación para la fase de grupos de la Champions era un hecho. El incentivo monetario ayuda, pero ser el primer equipo de Londres, por delante del Tottenham, motiva, y de qué manera.
Parecía resuelto, y el Arsenal se conformó. De hecho, el marcador no se movió hasta los últimos diez minutos, de auténtica locura. Giroud, en el 79 y el 81, amplió la renta de los 'Gunners'. En aquel momento, el Tottenham perdía 3-1.
Aún habría tiempo para más. En el tiempo de descuento, con un sorprendente 5-1 en St. James Park que certificaba la segunda plaza del Arsenal, Mikel Arteta decía adiós al Emirates Stadium marcando su último gol como 'Gunner', aunque la fortuna le echó una mano.
Su disparo se estrelló en el larguero y rebotó en la espalda de Bunn, quien lo introdujo en su propia meta. Una fiel representación de lo que ha sido la temporada del Aston Villa, y, en cierto modo, de lo que ha sido la del Arsenal, subcampeón de rebote y con fortuna.
Al final, fiesta y cierre. El Arsenal era segundo, algo impensable hace unas jornadas, y el capitán se despedía entre lágrimas de la que ha sido su casa tantos años.