El sueño de entrar en Europa que había a principios de temporada se antoja ahora un espejismo impensable. El equipo de Quique Sánchez Flores no ha sido competitivo en todo el año. El peaje es verse con nueve puntos sobre el descenso, aún sin hacer los deberes matemáticamente. Aunque suena a mayor castigo la pitada con la que le despidió su gente.
Venció el Eibar en el duelo de rachas depresivas. Lombán suministró una pastilla muy efectiva para los armeros, que dejaron en Cornellá-El Prat una secuencia de seis partidos sin triunfo. El Espanyol, que ahora enlaza cinco jornadas sin ganar y sin marcar, necesita más un diván que un remedio mágico.
No asumir que Europa era imposible se unió a pensar que la permanencia era un hecho. Y no debe ser difícil certificarla, pero ahora mismo las porterías rivales se han vuelto de waterpolo para los de Quique.
En un partido sin mucha tensión, los de Mendilibar mostraron más empaque. Salieron mejores y canjearon su buena actitud en un saque de esquina. En él, David Lombán hizo su primer gol con la camiseta azulgrana. Y valió su peso en oro, porque el Eibar se queda más tranquilo ahora.
Igualmente, el equipo vasco estuvo cerca de Europa y se permitió soñar con algo más. También la realidad le devolvió a la tierra, aunque este giro de volante le acerca de nuevo a la primera mitad de tabla.
El partido apenas tuvo cosas que destacar más allá de otro encuentro segurísimo de Dmitrovic. No es especialmente glamuroso ni muy ortodoxo, pero el serbio volvió a mostrarse solvente y metió puños y piernas en los pocos minutos en que el Espanyol pareció tener vida.
Nada se movió desde la media hora del choque, que finalizó con puntos suspensivos para el Espanyol y un punto y aparte para el Eibar.