Son deportes distintos, pero la moraleja no entiende de disciplinas. Los Warriors de Curry están conformando un lustro espectacular en la NBA, y hace dos años alcanzaron su cota más alta con una temporada regular para la historia. Un 73-9 de balance de victorias que batía todos los registros previos y que les situaba entre los mejores equipos de siempre.
El esfuerzo fue titánico y por desgracia lo acabaron pagando en una final que también acabó marcada por la sanción de Green y una actuación sobrenatural de LeBron James. La mejor temporada de su historia no tuvo la guinda esperada, el anillo que coronase la estadística.
En esas se encuentra el Barcelona ahora mismo, que está apretando la máquina para mantener el invicto en la Liga, forzando a un Messi que arrastra molestias, pero que prefiere regularselas sobre el terreno de juego. Sobrevivieron a Sevilla, ganaron con lo mínimo ante el Leganés y ahora les espera el Valencia.
De fondo, una Champions ilusionante, con las semifinales a un paso tras golear a la Roma en el Camp Nou. También aparece en el horizonte la final de Copa, todo con una Liga resuelta pero con el asterisco de un récord que motiva mucho al vestuario azulgrana.
Tras la derrota en la Supercopa, el equipo analizó su situación y se puso en manos del método de Valverde. Protegerse bien como base y dejar que Messi orqueste con libertad. El plan les ha traído hasta aquí, pero el reto de ganar una Liga sin perder ni un solo partido es tan tentador como para no rotar tanto como debería en estas circunstancias, sobre todo en año de Mundial.
El ejemplo de los Warriors está ahí. El esfuerzo físico se dejó notar en una final larguísima a siete partidos, sufriendo la mayor remontada en la historia de las finales de la NBA. El Madrid lo pagó la temporada pasada con el fin de su racha en un mes de enero titánico, como el abril que se le viene a este Barça, que anda con el piloto de gasolina encendido y pendiente de los gestos de dolor de Messi. El triplete está ahí, al alcance de la mano, pero el récord no debe nublarles la vista y descentrarles del objetivo.