Partido feo, victoria del Atlético. El refrán no está patentado, pero es denominación de origen inequívoca del Cholo Simeone. El rey del estajanovismo en el último lustro se llevó tres puntos con la camiseta limpia. A este Málaga, sobre todo al de la primera mitad, se le gana con el piloto automático.
Maestro del arte pobre, el equipo rojiblanco, con defensa remozada, un Vitolo fantasmagórico y un Diego Costa sedado, se llevó tres puntos de un partido a los que le sobraron 89 minutos y 20 segundos. Saúl disparó, rebotó en Keko y Griezmann dio foco a las vergüenzas de Luis Hernández, que rompió el fuera de juego y no lo siguió. Y, claro, dejar al francés ante un portero es como toparse con el asesino en el callejón oscuro.
Ahí se acaba la crónica como tal. El resto es una historia repetida, de impotencia malaguista, de maestría atlética haciendo correr el reloj.
El Málaga jugó con un bocado en la medular. Ideye y En-Nesyri miraban a Iturra y Adrián con un telescopio. Si el Atleti se siente cómodo en los laberintos, sobre un erial tuvo tiempo para mover cómodamente el balón. Eso y un 0-1 a los 40 segundos, el libro que más le gusta leer a Simeone. Pero si hubiera necesitado un España-Malta al descanso, habría encontrado barra libre en La Rosaleda.
Las señales blanquiazules involucionan preocuantemente. Los problemas para ganar le llevaron a la UVI. De ahí, a la UCI ante la imposibilidad de hacer gol. La siguiente mudanza será a Segunda. Ya no cuesta imaginarle venciendo encuentros, es que falta sangre para ir a por ello.
Amagos sin chicha
Apenas En-Nesyri fue el único que intentó escapar de la inoperancia y el inmovilismo. Su punto de locura o de inconsciencia, según se mire, es de los pocos cartuchos que le quedan al Málaga. La triste realidad de La Rosaleda. Simeone, mientras tanto, necesitaba gesticular y desvivirse menos que nunca. Un amago de arrebato malaguista en la reanudación, ya con Lacen capitaneando en lugar del amonestado Iturra, le llevó a quitar a Vitolo para meter a Correa. Pero sin sobresaltos. Pulsaciones tranquilas en su sangre inquieta.
Roberto se agachó a recoger el balón de las redes en el primer minuto y ya no tuvo que parar más. Así de dura fue la tarde para él. Oblak, en la única en la que de verdad le probaron, voló hasta la escuadra para frustrar a Rosales. Así de habitual fue la tarde para el esloveno.
Lo más llamativo que quedó fue el susto tremendo de Lacen, que chocó con Torres para permanecer durante cuatro minutos en el césped con preocupantes signos de dolor. Se hizo el silencio en La Rosaleda, que antes había vuelto a recordar a Al-Thani en su desesperación. Ni el regreso de Rolan ni los intentos animosos de En-Nesyri. La nada.
Correa, seguramente enfriado por la falta de actividad, se tropezó cuando Torres le dejó en bandeja el 0-2. Ocurrió en un descuento de siete minutos que llamaba a la épica. Pero no con este Atleti, domador de tormentas y al que le vale un picotazo para extaer petróleo. Hacían falta armas que el Málaga no posee. Feos y grises, pero tres puntitos de oro más para el segundo clasificado.
Los blanquiazules, en cambio, ya quedan sólo en manos de algo más que un milagro. Aunque los dioses, por ahora, sólo le están regalando el castigo de Sísifo jornada a jornada.