Más mayor. Más canas en la barba y el pelo. Algún piercing menos. Pero era él. Santos Mirasierra, una leyenda viviente del 'hooliganismo' marsellés.
Fue visto en Bilbao, como un ultra más del Olympique de Marsella en la tarde del jueves. La Ertzaintza pronto le identificó. Había cambiado, pero en el fondo seguía siendo el mismo. La noticia corrió por las redes como la pólvora.
15 de marzo de 2018
España prácticamente se había olvidado de él. Su nombre, sin embargo, activó en la memoria de muchos los altercados protagonizados por los ultras del Olympique de Marsella el primero de octubre de 2008, en el estadio Vicente Calderón.
Recibían los rojiblancos a los galos en la segunda jornada de la Champions de la 2008-09, y como este jueves en Bilbao, los marselleses viajaron a España con ganas de guerra.
Y la formaron. Hubo enfrentamientos dentro del Vicente Calderón con la Policía Nacional, y Santos Mirasierra pagó los platos rotos. Fue detenido por agredir a un agente, y tras un juicio cuyas garantías fueron muy criticadas en Francia, terminó siendo condenado a tres años y medio de cárcel, por desórdenes públicos y atentado contra la autoridad.
29 de octubre de 2013
Defendió su inocencia en todo momento, alegando que su agresión al agente se produjo, sí, pero para salvar a una chica que estaba a sus pies y de la que parecía que no tenía constancia el policía.
La condena quedó ratificada en febrero de 2009, y Santos Mirasierra estuvo preso hasta diciembre de 2010, pero no pudo pisar un estadio de fútbol hasta marzo de 2013.
Se apartó del foco, algo habitual en el mundo ultra. No es bueno que se reconozca tu cara. Santos Mirasierra mantuvo un perfil bajo hasta que alguien le identificó en Bilbao.
Su fama le precede, y quizá por eso, el ya curtido ultra marsellés actuó como mediador con la Ertzaintza cuando los agentes de la policía autónoma vasca cargaron contra los radicales marselleses, después del encendido y lanzamiento de bengalas dentro de San Mamés, y la posterior agresión a los vigilantes de seguridad.
Parece que en esta ocasión se mantuvo al margen de los hechos violentos, y no es de extrañar. Ya probó en sus carnes la determinación de la Justicia española en ciertos supuestos. A buen seguro que no tiene ganas de repetir.