17 partidos disputados en 12 meses, aunque sólo compitiera de febrero a noviembre. Fue titular en casi todos ellos, y casi siempre de principio a fin. Tévez llegó con la vitola de estrella a China, pero no correspondió a las expectativas.
Se vuelve del Lejano Oriente con cuatro goles y cinco asistencias en su haber. Escaso, escasísimo bagaje para un futbolista que cobró casi 40 millones de euros en ese tiempo.
Su debut no pudo ser más amargo. Fue en la derrota en dieciseisavos de final de la AFC Champions League ante el Brisbane Roar, ante su afición, en Shangai. Fue el prólogo de lo que se avecinaba.
Se le veía apático cada vez que jugaba. Aprendió, por las malas, que el dinero no lo es todo. Que da la felicidad, pero que esa felicidad de nada sirve si estás fuera de tu ambiente.
Porque China, aunque está tan lejos como Europa de su Argentina natal, es diametralmente opuesta. Otra cultura, otra forma de ser, otro fútbol muy distinto al que nunca se adaptó.
Boca hizo lo imposible por devolverle la sonrisa, y por fin el hijo pródigo volvió a casa. Estuvo un año ausente, pero volverá a la Bombonera con la lección bien aprendida. Como en casa, en ningún sitio.