El talento de James Rodríguez para jugar al fútbol es innato. Desde muy pequeño sorprendía a todos con su tremenda calidad y recopilaba premios individuales en su Colombia natal.
Pero eso no era suficiente. Equipos como Independiente Medellín le cerraron la puerta a James por su baja estatura y limitada complexión física, por la que algunos auguraban un negro futuro.
Llegó entonces su salvador, Gutavo Upegui. El que fuera socio de Pablo Escobar y dueño de Envigado quedó prendado por la calidad de James cuando con 11 años marcó dos goles olímpicos en un partido. No lo dudó y lo fichó para su equipo.
El que fuera narcotraficante le costeó un tratamiento hormonal muy parecido al que se sometió Leo Messi en Barcelona. El tratamiento no pudo ir mejor: James debutó en Primera a los 14 años y ha llegado a alcanzar los 1'80 metros de altura.
Upegui no pudo contemplar el camino que llevó a James al estrellato, ya que al mes de su debut fue acribillado a disparos en su propia casa.
Años después, el que fuera el púpilo de un narcotraficante es el mejor jugador de Colombia.