El principal objetivo de los investigadores que llevaron a cabo dicho estudio era si los árbitros tenían la capacidad de juzgar con objetividad lances del juego en los que se producían infracciones, y en qué direcciones solían decantarse dichas decisiones. Para ello, los dos investigadores holandeses que realizaron el estudio analizaron cerca de 100.000 faltas recogidas de la Bundesliga, Champions League y los Mundiales de 2002, 2006 y 2010.
Los resultados publicados por los investigadores de la Escuela de Gestión de la Universidad Erasmo de Rotterdam estaban basados en diferentes estudios evolutivos y lingüísticos, por eso involucraron a hinchas de distintos equipos de fútbol. Además, según los propios investigadores, eligieron el fútbol como objeto de estudio por la dificultad de juzgar muchas de las acciones que se producen durante el juego.
La primera conclusión a la que llegaron fue que, en general, las personas altas suelen ser percibidas por el resto como personas poderosas y fuertes. Aplicado esto al fútbol, resulta que tanto árbitros como aficionados tienen la misma percepción, y tienden a culpar a los futbolistas altos de cometer faltas cuando el oponente es más bajo, incluso cuando no existe infracción de por medio.
Dado el éxito y la repercusión que obtuvo el estudio, los investigadores propusieron sus trabajos e investigaciones como herramientas para avanzar en la introducción de la tecnología en el fútbol, vista y demostrada la existencia de ciertos sesgos arbitrales.