Cuando el protagonista de la noche es tu portero, algo has hecho mal. El Athletic comenzó bien el partido, pero se deshizo en la segunda parte, y sólo Herrerín lo mantuvo a flote.
Comenzó el encuentro con los rojiblancos, hoy de negro, haciendo correr al Hertha gracias a un buen fútbol de toque. El rival, salvo por un par de chispazos de Kalou, no inquietó a Herrerín en la primera parte.
El Athletic, sin embargo, aunque dominó no tuvo excesivas ocasiones, y las que tuvo no entrañaron grave peligro para Kraft. Fue más insistente que eficaz.
Sin embargo, con el paso de los minutos, el Hertha empezó a tomarle la medida a los de Ziganda. Primero, cortando su juego de toque con continuas faltas e interrupciones.
Y, una vez perdido el ritmo, tomando la iniciativa. La primera mitad terminó con un voleón de Darida desde la frontal que se fue por poco por encima del larguero. Una advertencia de lo que llegaría en la segunda parte.
Porque tras el descanso, el Athletic fue otro. Mucho más gris, más plano, incapaz de trenzar dos jugadas seguidas. Y el Hertha se vino arriba, encerrando al Athletic en su campo casi toda la segunda parte.
De hecho, en casi todos los últimos 45 minutos ni se vieron a Muniain, Córdoba o Williams, y mucho menos a Aduriz, al que sólo se nombraba cuando bajaba casi hasta el centro del campo a recibir.
Ziganda trató de revertir la situación metiendo a Raúl García por el joven Córdoba y pasando a Muniain a banda, pero ni así. Es cierto que, fruto del cansacio, en la recta final el partido se abrió, pero si esto fuera boxeo, el asalto fue para el Hertha.
Porque los alemanes tuvieron tres ocasiones de gran peligro, todas ellas desbaratadas por Herrerín o por un oportuno Laporte.
Y al final, empate a cero, y casi que y gracias. Otro gallo le hubiera cantado al Athletic si en la primera mitad hubiera hecho saltar el candado del muro de Berlín.