La vida futbolística es la vida mejor, como dirían los piratas. Pero no es oro todo lo que reluce. La historia de Javi Hernández es la de uno de esos talentos a los que no acompañó la suerte y tuvo que buscar oportunidades fuera de España.
Criado entre las faldas del Real Madrid mientras su primo escribía su nombre entre los grandes de la historia del conjunto de blanco no debió ser fácil. Mientras Guti, su primo, firmaba acciones como aquel taconazo de Riazor, Hernández se batía el cobre para escalar en el filial y buscar un hueco en Primera.
Un año después de aquella maravilla de Guti, su primo ponía rumbo a Suecia junto a varios de sus compañeros en busca de un cambio. Les acogió el Hamstad, pero la aventura no duró. Al año siguiente apostó por volver a su Salamanca natal, donde estuvo dos años siendo indiscutible en el equipo (13 goles en 57 partidos son buenas cifras para un centrocampista).
Tocó bregar en el fútbol modesto y encontró acomodo en Ourense y Burgos antes de volver a probar fortuna en el extranjero. Siempre indiscutible, este chaval que compartió internacionalidades en las inferiores de la Selección con Asenjo, Parejo, San José y otros tantos que empezaban a sonar con fuerza en Primera, puso rumbo a Rumania.
Su buen año en el Timisoara le llevó hasta Polonia de la mano del Gornik Leczna. El Qabala le llamó para intentar volver a la Europa League, pero tras disputar un partido en la fase previa, la cosa no funcionó e hizo las maletas de vuelta a Polonia. El Cracovia le abrió las puertas y ahora es uno de los jugadores más destacados del equipo. Lleva dos goles en ocho partidos y mantiene a flote a un club de la zona media baja polaca.
En España han vuelto a apuntar su nombre para traerle de vuelta y en el mercado invernal podría tener alguna oferta sobre la mesa para regresar. De momento, sigue brillando en uno de los modestos de la Liga Polaca.
Ser primo de, o canterano de, nunca asegura nada en el fútbol. Ni siquiera a futbolistas del talento de un Javi Hernández que ha sabido encauzar su carrera por la vía del extranjero. Ahora España puede volver a llamar a su puerta. Y a sus 28 años, va siendo hora de volver.