Ni las arrancadas, los disparos, las faltas o pases filtrados de Leo Messi lograron sacar de su letargo a un Barça cuya versión funcionarial cosecha más éxitos que admiración. Ni rastro del equipo apabullante, luminoso, voraz e inabarcable de hace algunos años. Tampoco de la versión correcaminos que se pudo ver con Luis Enrique en el banquillo.
Este es otro Barça. Un equipo que juega con el reloj, que espera su ocasión y saca máximo provecho de ella, en el que Messi se erige como el único artista. El Barça de hoy es un circo con un único acróbata y muchas mujeres barbudas. No divierte, pero su pase a octavos parece hecho y es líder en Liga.
Los números están de parte del Barça y eso es una evidencia a destacar, como lo es que Messi juega sin apenas socios. Con Luis Suárez fuera de toda órbita física y futbolística, casi todas las jugadas de peligro empiezan y deben acabar por Leo. Aunque muchas veces lo parece, no es omnipresente.
El Olympiakos fue en su campo un equipo animoso, aguerrido, valiente sobre todo en la segunda parte. Si además contó con un Proto iluminado en portería, el empate hace justicia a lo visto sobre el terreno de juego del Karaiskakis.
Porque el Barça llegó, pero la mayor parte de sus ocasiones caen por la inercia de tener a Messi en el campo, por algún chispazo o golpe de genio. Ya no es la tormenta perfecta que antes destruía a defensas y porteros rivales. Proto hizo su trabajo, y un punto para cada uno.
La pérdida de brillantez en ataque es compensada con una solidez que en El Pireo casi se ve quebrada por el poco entendimiento de Mascherano y Umtiti. Aun así, el Olympiakos merodeó más que golpeó.
Semedo dio los primeros avisos y Elabdellaoui respondió con una carrera por la que el Olympiakos pidió penalti. Para entonces ya había aparecido Messi en el lugar y cerca estuvo de anotar tras una jugada ensayada.
Luis Suárez, muy lejos del Luis Suárez que se ha disfrutado en el Ajax, el Liverpool o el Barça hace relativamente poco tiempo, sacó a relucir su famoso golpeo de exterior, pero lo que antes le entraba ahora se marcha fuera. Tampoco funcionó Messi de falta.
Un arreón al final
Lo de Luis Suárez empieza a ser grave, máxime cuando lleva dos años y pico sin marcar fuera del Camp Nou. Como diría Tano Pasman, pionero viral, siempre le faltan cinco para el peso. Un balón picado sobre el portero belga acabó en el travesaño.
En la segunda parte, Fortounis se incrustó en los centrales y esto permitió al Olympiakos envalentonarse. Ter Stegen no sudó, pero el Barça tuvo que bajar más de una vez a evitar el susto. Messi pudo desequilibrar tras un buen servicio de Suárez, pero donde no suele fallar él también la envió fuera.
Deulofeu, en el campo por el lesionado Sergi Roberto, formó alboroto en el último tramo y, ya con el Barça anidado en el balcón del área, Proto sacó una mano prodigiosa abajo que impidió el clásico rescate del argentino.
El 0-0 no se movió del marcador ni el Barça de Valverde mutó en otro más recreativo, más alegre. Es un equipo de hechuras correctas, anodino, que ni un buen Messi es capaz de sacarle disfrute.