Messi y Cristiano lo han ganado todo a nivel de clubes, y el madridista incluso se ha proclamado rey de Europa con su bastión portugués. Pero el Mundial aún se resiste al embrujo de los dos mejores del mundo, dos de los mejores de la historia.
Messi lo tuvo a tiro en Brasil. Una foto ya icónica obra de Bao Tailiang en la que aparece un apesadumbrado Leo observando el trofeo resume perfectamente sentimientos como la decepción y la frustración. Götze, en la prórroga, exterminó el sueño que el argentino tiene de chico.
Lo más lejos que llegó Cristiano con Portugal fue en su primera participación, en 2006. Se da la circunstancia de que fue su actual entrenador, Zinedine Zidane, quien de penalti fulminó a los sueños lusitanos. Paradojas. El adiós se produjo en semifinales.
Ambos comparten tres participaciones en Mundiales y ninguna de ellas acabó con Argentina o Portugal levantando el trofeo. No necesitan un Mundial en sus historiales para ser considerados como leyendas del deporte rey, pero ganar el título de la FIFA los acredita para codearse con Maradona y Pelé. Especialmente Messi, quien es catalogado con frecuencia como el mejor de la historia.
Un debate que para los dos quedaría cerrado en caso de victoria en Rusia. De momento, las participaciones de Leo Messi y Cristiano Ronaldo en el Mundial han quedado como versiones futbolísticas del mito de Sísifo: personaje mitológico griego obligado a transportar cuesta arriba por una montaña una piedra que, antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo, repitiéndose una y otra vez el frustrante proceso.
Sísifo fue castigado por los dioses por su atrevimiento y excesiva astucia. La que necesitarán, no obstante, Leo y Cristiano para levantar una Copa del Mundo que el próximo verano observará seguramente sus versiones más formidables. Catar queda muy lejos ya.