Cuando todo el escándolo de macrodopaje del deporte ruso saltó a la luz pública, las diferentes asociaciones e instituciones deportivas se apresuraron a suspender y sancionar a deportistas procedentes de Rusia.
Un gran número de deportistas de muchas disciplinas deportivas fueron sancionados y no pudieron participar en los pasados JJOO de Rio de Janeiro. La IAAF vetó la participación de atletas rusos en el pasado mundial de atletismo celebrado en agosto.
Sorprende, cuanto menos, que el país al completo, y casi la totalidad de sus atletas, estén manchados y bajo sospecha por doping y, sin embargo, el mundo del fútbol se comporte como si la cosa no fuese con él...
Nadie se cuestiona la conveniencia de que un país señalado por el mundo entero, vaya a organizar un evento deportivo de tanta relevancia como un Mundial. Y más aún, si se tiene en cuenta que son varias las veces que el fútbol ruso se ha visto salpicado por dichas acusaciones.
Antes de la disputa del Mundial de Brasil en 2014, la Selección Rusa de fútbol fue acusada de haber usado productos prohibidos. Además, el famoso informe McLaren que destapó todo el escándolo, ya apuntaba a algunos futbolistas que aparecieron en la lista de sospechosos.
Como en otras muchas ocasiones, el fútbol mira para otro lado cuando se trata de doping. El máximo responsable del deporte ruso, Vitali Mutko, ha llegado a afirmar que el dopaje no produce beneficios en la práctica del fútbol.
La FIFA ya ha defendido el derecho de Rusia a organizar la Copa del Mundo y asegura que no hay evidencias de doping sistemático en el fútbol ruso.
A pesar de todos los indicios y de los informes revelados por la Agencia Mundial Antidopaje del año pasado, que revelaron casos de dopaje en el fútbol que fueron ocultados, el fútbol parece vivir al margen del resto del mundo del deporte en cuanto a lucha contra el doping se refiere.