Löw alineó en Kaiserslautern un once atípico. Un once plagado de jugadores poco habituales con una misión, vencer y convencer. Vencer a Azerbaiyán para firmar una clasificación perfecta, y convencer a Löw.
Los germanos encarrilaron bien pronto el partido, pues en el minuto 8 Leon Goretzka adelantaba a los locales con una floritura y algo de fortuna. Se encontró, de espaldas a la portería, con un balón suelto, al borde del área pequeña, y optó por lo bonito.
Le pegó de tacón y la buena suerte le sonrió. Pegó en un rival y entró, haciendo subir el 1-0 al electrónico. Sin embargo, lo que parecía que iba a ser un partido plácido por poco no tornó en pesadilla.
Porque Süle pidió el cambio a los 22 minutos de partido. Se dolía de la rodilla y, aunque intentó seguir, pronto se dio cuenta de que no iba a poder continuar. Entró en su lugar Rüdiger, pero las malas nuevas no terminaron ahí.
Ocurrió pasada la media hora de partido, cuando Azerbaiyán lanzó un contragolpe. Corría Mustafi con Sheydaev cuando se rompió. El central del Arsenal se fue al suelo y pidió de inmediato el campo.
Pero la jugada continuó. Sheydaev corrió hasta el área, quebró por dos veces a Rüdiger y batió a Leno por el palo corto. Un gol tan legal como polémico, por haberse aprovechado de la lesión de un rival. Una osadía que Alemania castigaría en la segunda parte.
Eso sí, esos 10 minutos que le quedaban al primer tiempo fueron de un tedio intolerable. Alemania jugaba regular tirando a mal, algo fallaba en ese equipo.
Por fortuna para Löw, llegó el descanso y pudo dejar de dar gritos en la banda. Lo que ocurrió en ese vestuario es la magia de las grandes selecciones.
Volvieron al campo con otra cara, decididos a demostrar que lo de la primera parte había sido un accidente. Y así fue. El acoso se convirtió en asedio, y éste, en goleada.
Sandro Wagner rompió la igualada a los 10 minutos de volver de los vestuarios, y ese gol abrió al veda. Rüdiger marcó pasada la hora de partido, en un córner, y Goretzka acabó con las esperanzas de Azerbaiyán en el 66' marcando su particular doblete.
Lo mejor estaba por venir, sin embargo. Emre Can quería su cuota de protagonismo, y la encontró desde lejos. Se sacó un derechado ante el que nada pudo hacer Agayev, de largo el mejor de Azebaiyán. Y eso, cuando encajas cinco goles, dice mucho de tu defensa.
No hubo tiempo para más. Alemania sesteó en la primera parte, lo pagó y se redimió en la segunda castigando la osadía de un Azerbaiyán que aguantó lo que pudo.