Ni la Champions fue capaz de resucitar al Madrid, hundido anímicamente, a años luz de un nivel físico competitivo y carente de fútbol y acierto ofensivo. Sigue Zidane meneando el árbol tratando de encontrar unas soluciones que no llegaron en Wembley, un decorado cinco estrellas que acogió a un Madrid ramplón.
Regresó Kane al once, acompañado por Alli, ausente en el choque del Bernabéu. Entre los dos desarbolaron al Madrid en cada contra, sobre todo el ariete, imperial en el cuerpo a cuerpo. Pese a lo ocurrido finalmente, fue el Madrid el que inició el choque con una cadencia que invitaba al optimismo.
Pero ese cambio de registro se evaporó con pasmosa facilidad. Kane se amarró el partido a la cintura y justificó los titulares de los últimos meses. Se equivocó buscando una vaselina en el 14 cuando la jugada requería un derechazo, pero fue Kane el que llevó a Ramos al límite con cada desmarque, con cada choque.
Polémico gol de Alli y carrusel de ocasiones del Madrid
Alderweireld dijo adiós a la cita por un tirón y Casemiro evitó lanzándose al suelo un gol que llegó poco después. Trippier, en posición de fuera de juego, encontró un hueco en el que servir a Alli. Casilla se quedó dormido debajo de su larguero, no llegó a tiempo a sacar la manopla y el internacional inglés ponía la primera piedra de la victoria 'spur'.
Como en tiempos mejores, un gol rival alimentó el hambre del Madrid. Llegaron ocasiones, a cual más clara, pero lo que antes era una virtud ahora se ha convertido en un lastre indomesticable. Lloris apartó a Cristiano del 1-1 en un par de opciones, Ramos no acertó en una falta lateral y Benzema, en una de sus únicas jugadas a destacar, sirvió para que Cristiano la estampara en un rival.
Incluso pudo ser peor el asunto antes del descanso si Ramos, con Casilla ya batido, no saca el muslo en un disparo de Harry Kane. Respiró el Madrid y recordó, camino del descanso, que la diferencia no era insalvable.
Cambio de sistema de Zidane y desorden blanco
Zidane buscó algo diferente solapando a Casemiro con Nacho y Ramos, pero lo único que consiguió fue romper la poca armonía defensiva que le quedaba a su equipo. El Tottenham se apuntó a la fiesta y tardó 11 minutos en empujar al Madrid al abismo. Alli bailó a Casemiro y convirtió el segundo después de que el balón rozara en Ramos.
Ese gol sí fue una losa para el Madrid que, sin embargo, vio como se le escapaba milagrosamente una triple ocasión en área pequeña para recortar distancias. Acto seguido, en un nuevo despiste inconcebible, Eriksen asestaba la puñalada definitiva con el tercero. Desolador balance defensivo del Madrid, en el que sólo Modric molestó al danés.
Con el desastre salió a flote el histórico orgullo madridista, que en esta ocasión floreció especialmente tarde. Empujaron y empujaron los de Zidane hasta encontrarse con un gol de Cristiano, otra vez sombra de sí mismo.
Dura derrota que dilata la crisis madridista. También agranda las dudas de Zidane, que hace un par de ratos encumbraba a Europa entera. Pero este Madrid es una marca blanca del vigente campeón de Europa. Sólo hizo falta tener enfrente a un gran equipo como el Tottenham para que quedara más que demostrado.