El delantero argentino de Boca Juniors Dario Benedetto aseguró hace algunos meses que el hecho de jugar para el club de sus 'amores' le otorgaba la ventaja de saltar al campo a defender una camiseta y unos colores que siente en el corazón.
Ese sentimiento le posibilita realizar el doble de esfuerzo y dar un plus de entrega cada vez que salta al terreno de juego con el 'xeneize'.
Hoy en día, este tipo de jugadores son casi 'bichos raros' en el fútbol. En la mayoría de los grandes clubes del mundo han existido uno o varios ejemplos de jugadores leales a los colores de su club.
Ejemplos como Totti en la Roma, Maldini en el Milán, Giggs en el United, o Puyol en el Barcelona, se convirten, con el paso de los años, en iconos y leyendas de su respectivos clubes.
Suele coincidir que estos jugadores fieles a sus clubes, se convierten en líderes de sus equipos y los llevan a lo más alto del fútbol internacional.
Steven Gerrard es una auténtica leyenda del Liverpool y lo es por sus 17 temporadas en el equipo en las que rechazó fichar por equipos grandes de Europa. Maldini defendió los colores del Milán durante 25 años en las que consiguió, entre otros títulos, siete ligas y 5 Champions. Son sólo dos ejemplos entre otros muchos.
Pero no siempre el sentimiento y amor a una camiseta se traduce en más rendimiento y mejor nivel de juego. El regreso de Fernando Torres al Atlético de Madrid no ha supuesto mejores registros y números en sus estadísticas, y nadie podrá discutir el compromiso del delantero con el equipo rojiblanco.
El amor a un escudo y una camiseta no garantiza rendimiento y goles, pero sí un compromiso más allá de lo económico, lealtad que en ocasiones es algo muy valorado por el aficionado al equipo.