Los jugadores de ambos equipos, frente a frente sobre el círculo central. El quinteto arbitral también se unió, como no podía ser de otro modo.
La ceremona fue reducida. No era adecuado. Es una final, un día de fiesta, pero el ambiente era luctuoso. La barbarie terrorista volvió a golpear a Occidente de forma indiscriminada y se notaba en los ánimos.
Cumplido el minuto de silencio, antes de que el colegiado lo diese por terminado con un pitido, el estadio al completo rompió a aplaudir. Fue el colofón a un acto precioso, aunque no queramos verlos, por lo que suponen.