Cual azucarillo en el café, la intensidad con la que comenzó el partido se diluyó conforme empezaron a pasar los minutos. Irlanda pegó un pelotazo en su primera posesión y pasó a defenderse.
Dinamarca asumió la responsabilidad de llevar el peso del partido, de marcar el ritmo. Y comenzó a inquietar a Randolph. De hecho, el arquero del Middlesbrough, ex del West Ham, evitó a los once minutos la primera ocasión clara de peligro.
El duro disparo de Larsen lo repelió el arquero irlandés, para a continuación detener de una forma poco ortodoxa el remate de Cornelius.
Pasada la media hora de partido, Dinamarca tuvo otra doble ocasión clarísima. Ésta, de Eriksen. Randolph de nuevo la despejó y Pione Sisto falló inexplicablemente tras recoger el rechace.
Más allá de eso, Irlanda estuvo relativamente cómoda. Casi al final de la primera parte tuvo la más clara, con una cabalgada de Christie que salvó Schmeichel en el mano a mano.
La segunda parte fue un calco de la primera, con Dinamarca apretando e Irlanda defendiéndose. La entrada de Poulsen reactivó un poco el partido, que pasada la hora de juego había caído en la monotonía y el tedio.
Curiosamente, fue entonces cuando Irlanda pasó a hacerse con el mando del partido. Eso sí, su primer (y único) tiro a puerta no llegó hasta el minuto 89.
Dinamarca reaccionó y durante el descuento encajonó de nuevo a Irlanda. De hecho, de no ser por Randoplh una vez más, el triunfo se hubiera quedado en casa.
Pero no. El empate a cero se mantuvo hasta el pitido final, y será en Dublín donde una de estas dos selecciones sellen su pase al Mundial de Rusia.