El partido se puso muy cuesta arriba a los rusos ya en la primera mitad. Medunjanin anotó el primer gol de los isreaelíes antes de la media hora de encuentro.
Peor fueron las cosas en la segunda mitad. Kjartansson y el propio Medunjanin ampliaron la ventaja hasta los tres goles con sendos tantos en el 50 y el 70.
Pero entonces despertó el oso ruso, y el Zenit comenzó a carburar. Kokorin acortó distancias en el '76, y la expulsión de Dasa, por doble amarilla en apenas dos minutos, facilitó las cosas. Mauricio puso el 3-2 en el marcador a continuación.
Al Maccabi sólo le quedaba un cambio por hacer, y no acertó. Su zaga fue un coladero y Giuliano empató el encuentro apenas dos minutos más tarde, en el 85.
Cuando parecía que el partido terminaría en empate, algo muy meritorio, todo sea dicho, llegó el gol de la euforia para unos, y del drama para otros.
Porque el tanto de Djordjevic, en el 90+2, supuso la remontada épica del Zenit ante un Maccabi que sentía que tenía más que ganado el partido veinte minutos antes.
Tel Aviv no fue la fiesta que se presagiaba menos de media hora antes. El estadio se acalló por completo, y los rusos celebraban el tanto como si fuera el que les diera la Champions.
Es comprensible, nadie hubiera apostado por este resultado. Y si alguien lo ha hecho, es de oro ahora mismo. Y se maldice por no haber apostado más fuerte, claro.