Desde el primer minuto quedó claro qué clase de fútbol iban a practicar unos y otros. El Valencia, el juego directo y los balones largos de y para Rodrigo. Las Palmas, el fútbol de toque y posesión, herencia de Setién.
Uno de los dos estilos se impuso. Fue el del Valencia. ¿Otro clavo en el ataúd del 'tiki taka'? Es posible. Lo cierto es que el Valencia fue superior, pero no aplastantemente superior. De hecho, incluso con uno menos, Las Palmas fue un digno rival.
El problema fue precisamente ese, que cuando Las Palmas había empezado a sufrir un poco ante su rival Alen Halilovic decidió que era buen momento para pegarse un tiro en el pie.
Pero no adelantemos acontecimientos. Conforme fueron pasando los minutos, el Valencia, gracias a una asfixiante presión en la salida del balón de los canarios, fue ganando metros y anulando a su rival.
Las Palmas, sin espacios, empezó a renunciar al balón, y como eso de jugar al pelotazo no es lo suyo, el Valencia tomó la iniciativa.
Tanto fue el cántaro a la fuente que Zaza lo rompió. Un ataque prometedor que culminó Soler con un pase horizontal a la frontal a un Zaza que nadie cubría. El italiano la pegó con el interior, colocada a la cepa del poste, y batió a Chichizola.
Poco después llegó la jugada que marcó el partido. Entró Alen Halilovic pasado de vueltas con la plancha por delante, y al caer le clavó los tacos en el pie a Gayà. Gil Manzano no lo dudó, roja directa. No por el pisotón, que fue involuntario, sino por lo peligroso de la entrada que salvó el lateral 'che' de milagro.
Con casi una hora por delante, Las Palmas se encontró en inferioridad y con un gol en contra. Pero Manolo Márquez no hizo cambios, reordenó a los suyos y confió en que el juego de posesión marcase la diferencia.
No la marcó. Sólo la Unión hizo algo cuando el Valencia se relajó en la segunda parte. El club 'che' marcó los tiempos del partido e incluso llegó a gustarse, sin éxito.
El encuentro se tiñó de blanquinegro en la recta final. Las Palmas, agotados sus jugadores, empezó a dejar muchos huecos. Para colmo, tres de los cuatro defensas tenían amarilla.
Los cambios canarios llegaron muy tarde, y no actuaron de revulsivo como se esperaba. Calleri, desfondado, no daba para más. Todo lo contrario que los introducidos por Marcelino.
Santi Mina y Maksimovic se convirtieron en los nuevos socios de un Zaza que disfrutó este partido como pocos, pese a sólo ver puerta en una ocasión.
Al final, 1-0 y 3 puntos para el Valencia. Los primeros tres puntos de la temporada, y ante su afición. Una afición que despidió al equipo con aplausos. Pero en especial a un jugador: Joao Cancelo.
El lateral luso rompió a llorar cuando se pitó el final. Sus compañeros le consolaron y Mestalla coreó su nombre. Los roces pasados son eso, cosa del pasado.