Desde pequeño Diego Godín se moría por ser como Enzo Francescoli. El habilidoso jugador era la referencia del futbolista uruguayo que vistió el '10' desde los 12 años en Defensor Sporting.
Pero cuando cumplió 16, el entrenador Heber Silva Cantera le anunció con no contaría con él para el campeonato de la sexta división. Godín hizo las maletas para regresar a su Rosario natal y dejar aparcadas las botas de fútbol.
Cinco meses más tarde, su tío, que veía a su sobrino triste por no poder cumplir su sueño, decidió descolgar el teléfono para llamar a un viejo conocido: WIlliam Lemus, director de las divisiones inferiores de Cerro. Concertaron una cita y allí empezó todo.
Lemus le preguntó a Godín cuál era su posición en el campo. Él contestó que era "enganche", pero ante la negativa del técnico a jugar con enganche Godín le aseguró que también podía jugar de "volante por la derecha". Tras dicha charla y el pago de 25 dólares, Godín volvía al fútbol.
Pero el destino es caprichoso. Los dos centrales del equipo cayeron lesionados, y Lemus le propuso a Godín jugar de central. Diego dudó, pero terminó aceptando con tal de contar con el mayor número de minutos posible.
Tras dos partidos y dos grandes actuaciones, Gerardo Pelusso, entrenador del primer equipo, lo llamó para llevarlo a Primera División y cambiar toda su vida. Nunca más jugó de volante, para convertirse en uno de los mejores defensas uruguayos de toda la historia con una increíble trayectoria en Europa.