Los dos equipos se jugaban mucho, y eso se notó desde bien temprano. Los primeros minutos fueron una batalla sin cuartel, sin concesiones, sin un metro.
La impresión es que iba a ser un partido anárquico, pero el Sporting comenzó a hacerse con el mando del partido. Y llegó la primera jugada que marcaría el partido.
El juez de línea decretó un fuera de juego de Burgui, que quiso ser el héroe del Sporting pero terminó frustrado, un fuera de juego que no era. En la siguiente jugada, gol de Osasuna.
Roberto Torres, un tormento para Douglas todo el partido, sacó un buen centro y Kodro lo intentó rematar. Sin embargo, Jorge Meré metió la pierna y fue él el que lo desvió para que Cuéllar sólo pudiera verlo pasar.
El gol fue un duro golpe para el Sporting, que se empezó a poner nervioso. Osasuna dejó de sufrir y comenzó a creer que la victoria era posible.
La misma tónica fue la que imperó en la segunda parte. El Sporting, dominador, y Osasuna, aguantando y esperando que llegase la contra que sentenciase el partido.
Otra vez una jugada polémica marcó el devenir del encuentro. Burgui reclamó penalti, pero no se pitó. Otro error arbitral, porque falta hubo, aunque es posible que fuera fuera del área. Faltaba que marcase entonces Osasuna.
Y así fue. De nuevo, la conexión Torres-Kodro, pero esta vez sin la mediación de nadie del Sporting. El Sadar fue una fiesta, pero nadie esperaba lo que estaba a punto de pasar.
El Sporting se lanzó con todo al ataque, y Osasuna, confiado, se dejó hacer. Canella, entrando en segunda línea, se encontró un balón suelto en el área y recortó distancias.
Los nervios cambiaron de bando, y Osasuna se convirtió en un flan. Y eso permitió que el Sporting empatase el partido. Una nueva decepción para los aficionados 'rojillos'.
Lo más sangrante del asunto es que, antes del primer gol del Sporting, Sergio León tuvo en sus botas el 3-0, en la enésima contra que sufrió el Sporting. Falló y Osasuna lo pagó.
Un punto para cada uno, un punto que no vale para demasiado, pero que, al menos para el Sporting, sirve para acercarse un pasito diminuto a la permanencia.