El Levante ha vuelto a Primera por la puerta grande. Partido soberbio ante un pobre Villarreal y merecido triunfo pese a la polémica que rodeó el decisivo penalti que acabó con el gol de Morales. Los de Muñiz le dieron un repaso táctico y de ganas a un equipo sin el carácter que se le presupone a un equipo de su nivel.
Desde el pitido inicial, los granotas fueron muy superiores a su rival. Sólo la falta de pegada de un Levante que clama por la llegada de un delantero impidió que pudiera verse un resultado más abultado.
El Villarreal apenas tuvo un par de llegadas peligrosas, pero en ellas se vio la diferencia del potencial que atesoran uno y otro equipo. Aun así, el Levante, que tuvo en Toño y Morales a dos estiletes imparables por la banda izquierda, nunca desistió.
Buscó la victoria hasta el final, mientras que Escribá firmaba el punto con un cambio más que reprobable. Sacó a Bacca del campo y metió a N'Diaye para amarrar el empate en Orriols. Muñiz hizo lo contrario. Campaña fuera y Boateng para reforzar la delantera.
Y todo cayó por su propio peso. Casi como Morales en el área, supuestamente derribado por Rukavina. Álvarez Izquierdo, de lo peorcito de esta Liga con el silbato, marcó los once metros y el propio Morales no perdonó. A cinco minutos del final, el Villarreal no tenía ni tiempo, ni fútbol ni ganas para empatar.
El partido murió en campo castellonense, prueba de que este Levante ha regresado con los errores aprendidos y con ganas de quedarse. Las mismas ganas que le faltaron a un Villarreal con mucho trabajo por delante, tanto en el campo, como en el banquillo.