La noticia se conoció a raíz de un control antidopaje rutinario. Le detectaron valores anormales de hormona del crecimiento, y se le hicieron más pruebas.
No se dopaba, era un tumor. El Eintracht se jugaba la temporada aquellos días de finales de marzo de 2016, y Marco Russ pidió a su entrenador ser convocado para el definitivo 'play off' por la permanencia contra el Nürnberg.
Jugó la ida, pero el resultado fue desastroso. Se marcó un gol en propia puerta que complicó en gran medida las aspiraciones de los suyos esa temporada. No volvería a jugar más.
Comprensible. El haber puesto a su equipo a las puertas del descenso, pasando lo que estaba pasando, era un mazazo muy duro, muy difícil de encajar sin hundirse en la miseria personal.
Pero Marco Russ es un luchador. Se sometió al tratamiento y el Eintracht premió su entrega renovándole el contrato. Russ volvió a los entrenamientos en octubre, y en febrero disputó sus primeros segundos de juego.
Sí, segundos, porque jugó el descuento del partido de cuartos de la DFB Pokal ante el Arminia Bielefeld. Volvía a ser un futbolista otra vez.
Volvió a ser titular a mediados de marzo, en la visita del Hamburgo a Frankfurt, pero lo más importante es que jugó la prórroga de las semifinales de Copa ante el Borussia Mönchengladbach.
Salió para amarrar el empate, y cumplió. El partido se fue a penaltis y él tiró el quinto, habitualmente vital en las tandas. Lo marcó, y se fueron a la muerte súbita. El Entracht ganó y se metió en la final.
El 27 de mayo, un año y una semana después de conocerse la desoladora noticia de su enfermedad, de que jugase el que pudo haber sido su último partido como futbolista profesional, el partido que pudo haber acabado con su carrera y ser recordado como el tipo que mandó a su equipo a Segunda, Marco Russ jugará la final de la DFB Pokal contra el Borussia de Dortmund.
Ganarla sería la guinda, el bello final a esta dura historia, a este año que Marco Russ no olvidará en su vida. Pero jugarla ya será premio suficiente para este luchador.