No merecieron tanto castigo, pero a la vez sí. Hubo igualdad casi en todo momento sobre el campo, pero no en el marcador. Las Palmas volvió a acusar su terrible falta de gol y poca claridad una vez pasada la línea de los tres cuartos. El Levante no necesitó mucho para puntuar en el estadio del nuevo colista.
El conjunto de un Ayestarán, el único entrenador de la historia que ha sumado 12 derrotas consecutivas en Liga y que podría haber vivido su último partido en el banquillo del Gran Canaria salió, empujado por su gente, con bastante intensidad. Las ganas por marcar contrastaban con la calma granota. El Levante no tuvo en ningún momento prisa por marcar y eso le benefició rotundamente.
Fueron canarias las primeras ocasiones del partido, eso sí, demasiado yermas. Calleri remataba todo lo que se le ponía por delante, aunque fuera irrematable, Vitolo no paró de apurar en sus subidas hasta línea de portería, pero el buen planteamiento táctico del equipo valenciano pudo con los flojos argumentos insulares.
Fin de la monotonía
Con el Levante esperando a que Las Palmas claudicara y el equipo de Ayestarán más impreciso cada vez, poco se puede decir de la primera hora de juego además de una falta de Bardhi que casi enmudece al Gran Canaria y de un zurdazo de Vitolo para que Oier se luciera.
El fin del sopor que se había instaurado en Las Palmas llegó con un cabezazo de Doukouré que empezó incendiando el ánimo en las gradas. Los primeros pitos empezaban a sonar y se complementaron con gritos de "Dimisión, dimisión" una vez que Jason conseguía sentenciar tras una genial internada por banda derecha.
La estampa final fue desoladora. Pañolada, silbidos incesantes, Ayestarán mirando a la nada y gente abandonando el estadio 10 minutos antes del final. En el Levante, sólo caras de felicidad. 15 puntos en 12 partidos y asentados en la zona media. Cerca de la mitad de deberes hechos antes de llegar al ecuador de la temporada.